xoves, 22 de agosto de 2024

Tembra: Recuerdo imperecedero

15º Aniversario del fallecimiento

Fray Antonio Tembra: Recuerdo imperecedero

Hace quince años, en los primeros días de la segunda quincena de agosto de 2009, nos dejó Fray Antonio Tembra Gómez. Una década después, en los últimos días de septiembre de 2019, inauguramos un monumento en su memoria en el Convento de Herbón, en el marco de una jornada en la que varios de sus antiguos alumnos recordaron las cualidades, valores y virtudes que definieron a este maestro franciscano.

Monumento a la memoria de Fray A. Tembra 

En el vasto panorama de la educación, donde innumerables figuras han dejado su marca, hay maestros cuya influencia trasciende el simple acto de enseñar, convirtiéndose en guías espirituales y morales para quienes tienen la fortuna de cruzarse en su camino. Tal es el caso de Fray Antonio Tembra, franciscano que dedicó su vida a formar y moldear a generaciones de alumnos, entre otros lugares, en los Seminarios de Herbón y Ponteareas. Tiempo es, aún hoy día, en rendir homenaje a un hombre cuya huella, aunque sutil en su origen, ha crecido y perdurado en la memoria colectiva de todos aquellos a quienes tocó con su sabiduría y bondad.

Video homenaje 2019

Hablar de Fray Antonio es hablar de un recuerdo imperecedero. Esta metáfora, en su aparente contradicción, capta la esencia de su legado. Como el viento que modela las dunas del desierto, Fray Antonio, con su pedagogía avanzada y su trato profundamente humano, fue capaz de dejar una marca que, aunque parece desvanecerse con el tiempo, sigue presente en cada vida que transformó. Las lecciones que impartió, más allá de los libros y los exámenes, se han arraigado en las almas de sus alumnos, cultivando en ellos valores que florecen mucho después de que las palabras exactas se hayan desvanecido de la memoria.

Fray Antonio no fue solo un educador; fue un faro de amabilidad y comprensión en un mundo donde, a menudo, la rigidez y la distancia pueden dominar la relación entre maestro y alumno. Su trato personal y directo, lleno de empatía y calidez, no solo facilitó el aprendizaje académico, sino que también construyó puentes de confianza y respeto mutuo, pilares fundamentales en el proceso de formación de futuros sacerdotes. En cada gesto y en cada palabra, Fray Antonio encarnaba los principios franciscanos de humildad y amor fraternal, acercándose a cada seminarista no como una figura de autoridad distante, sino como un hermano mayor, un guía dispuesto a caminar a su lado.

Fr. Atonio Tembra en el Encuentro de Ourense (2007)

La pedagogía de Tembra Gómez era adelantada a su tiempo, no porque estuviera fundamentada en teorías complejas o métodos revolucionarios, sino porque se basaba en algo mucho más esencial y duradero: la humanidad. Entendía que cada alumno era un ser único, con sus propias luchas, esperanzas y talentos. Y fue precisamente esa capacidad de ver más allá de las apariencias, de escuchar con el corazón, lo que hizo de él un maestro inolvidable.

Ahora, al recordar a Fray Antonio Tembra, no solo celebramos su habilidad para enseñar, sino también su profundo impacto en las vidas de aquellos que tuvieron el privilegio de aprender de él. Su legado no reside en los títulos académicos que sus alumnos han alcanzado, ni en los éxitos profesionales que han cosechado, sino en la manera en que su carácter moldeó el suyo. En la gratitud que sienten, en el respeto que han transmitido, en la fe que han vivido.

Fray Antonio nos dejó físicamente, pero su espíritu, su recuerdo imperecedero, continúa vivo en cada rincón de los Seminarios de Herbón y Ponteareas. Sus enseñanzas, sus ánimos, su inquebrantable fe en el potencial de cada ser humano, perduran como un faro que guía nuestros destinos. Y así, mientras existan corazones que lo recuerden y vidas que lo honren, Fray Antonio Tembra seguirá siendo, para siempre, el maestro que dejó una huella imborrable de gratitud en todos aquellos que tuvieron el honor de llamarlo su maestro.

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